Así de fácil

viernes, julio 02, 2004

Aserrín salió de su departamento estimulado por el sonido que el timbre de su casa había generado -acto reflejo que había adquirido tras años de vida en sociedad- después de haber salido de su departamento, cerró y llavó la puerta que protegía sus bienes de un posible usufructo y fue a pararse frente a la puerta, no tan jurídica, del ascensor. A la media hora de estar parado se cansó de esperar y entró en un estado de tensión, decidió operar en el ambiente apretando el botón que sirve para “llamar” al ascensor, consiguió al fin su refuerzo, entró y tardó un rato en apretar el botón que tenía grabadas las letras “P.B” (no otro cualquiera) y nuevamente tuvo éxito, Aserrín era un buen alumno.
Gracias a esta especie de voluntad se encontró peatonando por la vereda, hacía mucho que se buscaba, ya encontrado con su yo interior y sin saber qué hacer, optó quién sabe cómo, por hablarse a si mismo y decirse “podrías ir a dar una vuelta por el centro”, luego se abocó a la difícil tarea de poner en acto, en su escena de vida, ésta opción, que misteriosamente, tras girar sobre su punto de inflexión, se había transformado en casi su contrario, es decir, en una elección, aunque no se sabía por cuanto tiempo.
Aserrín tenía que llegar al centro comercial de la ciudad, pero no sabía cómo hacerlo. Por ésta causa, y no por cualquier otra, hizo lo siguiente: Se paró en una esquina e imaginó que miraba la ciudad desde una avioneta en vuelo, estuvo así largo rato, hasta que súbitamente... AJA!!.
Concluyó que tenía que ir a pararse en una esquina en la que estaba establecido, por ordenes superiores a su entendimiento (Dios, quizá) debían parar los colectivos cuando las personas levantaran el brazo de forma que quedara extendido y perpendicular a sus cuerpos... así lo hizo.
Subió al colectivo numero ciento dos, para suerte de Aserrín, era el único colectivo que pasaba por esa calle e iba justamente al centro comercial de la ciudad.
Viajó y viajó y siguió viajando.
Cuando vió bares y negocios que asoció con imágenes almacenadas en su memoria (imágenes que correspondían casi a las fachadas de esos bares y negocios que veía) y asoció esas imágenes con la oración “llegué al centro” (oración almacenada en forma de imagen acústica) y asoció esta oración con toda una serie de asociaciones que finalmente lo estimularían a caminar hacia la puerta trasera del colectivo, tocar el timbre y bajarse, fué en ese momento, y no en cualquier otro, cuando Aserrín caminó hacia la puerta trasera del colectivo, tocó el timbre y se bajó.
Y todo esto lo hizo sin despertar la más mínima sospecha.

Dino Wanionok
22 de Febrero de 1999
4:03

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